Esta mañana me levanté y cuando mi cabeza se despegó de la almohada, un suave piar se desprendió de las sábanas. Un instante después, una alondra salió del hueco aún tibio de la funda y voló prudente rumbo a la ventana.
Más tarde, cuando me estaba peinando para salir, escuché que algo se movía en mi pelo. Cuando el cepillo pasó tras la oreja, la dueña del ruido salió: era una calandria que me miraba atónita. Quise acariciarla, pero no pude. Tras un breve revoloteo, salió volando a buscar la luz tibia del otoño.
Y así fue todo el día. Al mediodía un pájaro carpintero se escondió bajo mi vincha, a la siesta un ruiseñor cantó alegre en mi hombro izquierdo, a la tarde un gorrión anidó en mi oreja, a la nochecita una perdiz descansó unos instantes en mi frente.
Cuando me fui a dormir, supe lo que iba a suceder. Una paloma venida desde lejos se recostó a mi lado, entre el cuello y los hombros. Y no me sorprendió, porque sí: tengo pájaros en la cabeza.
Nena! encontré tu blog, asi que nos estamos leyendo desde acá y compartiendo e intercambiando cosas.
ResponderEliminarMe gusta mucho como tejés tus palabras, siempre te lo dije.
Un abrazo grande!