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miércoles, 6 de abril de 2011

El Zeide

Hoy la luz infinita de tu presencia me abraza. Te encuentro acá, en esta misma habitación, en estos mismos pasos, en esta sensación aguda. Zeide, te extrañamos, te extraño. Extraño tus palabras, todas y cada una de tus historias, tu señorita Meli que te tiraba un balde de agua, tus recuerdos de la niñez, tus cuando escribías Stalin al revés en el poste de la luz. Te extraño, te extrañamos, Zeide. Y sin embargo estás acá siguiéndonos desde la memoria, desde todo lo que fuiste, nos enseñaste, nos dejaste una huella a fuego en el corazón.
Al revés que Neruda, quisiera escribir los versos más alegres esta noche. Y traerte en nombre de la felicidad más absoluta, y que vengas en una risa, y que of budegal budugul.
Querido abuelito, Zeide. Y jugar al scrabble, y leer el diario, y el Partido Comunista, y el amor por la Babe, y el cuento del caballo, y Víctor Hugo por las mañanas, y nos enseñaste las calles de Barrio Sur cuando nos traías desde el jardín, y nos dejaste plantar un árbol, y nos llevabas a pasear por mundos maravillosos en el Peugeot 504, y nos regalaste tu presencia inconmensurable.
Todavía nos seguís haciendo falta, pero sabemos que seguimos tu camino, y eso es un motor seguro.