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Aventuras sarutnevA

lunes, 7 de noviembre de 2011

De amor y de sobra

El hombre que vivía en mi sombra me perseguía. Aunque solía verlo con flores, sombreros, collares de colores, peinados extravagantes, luces en lo ojos y sonrisa imborrable, a veces seguía mis pasos con mueca triste y rosas marchitas en el ojal. Cuando eso sucedía, yo me ponía a su lado (porque siempre iba dos pasos detrás), le daba unas palmadas en la espalda, le convidaba unas palabras de mi colección, le regalaba un beso silencioso, y al final me adelantaba los dos pasos de rigor.
Esa mañana El Hombre se despertó más tarde, y no me pudo encontrar en todo el camino. Sé que buscó por todas las calles del barrio, debajo de la cama, en la escuela primaria, adentro del kiosco, arriba de los semáforos, en el fondo de los bolsillos, en la esquina de la esquina, al borde de la vereda, en las ramas de los árboles. No me encontró, y sus rosas empezaron a marchitarse.
Aquel día me sentí tan libre como las mariposas cuando surcan la tarde. El peso de los pasos pasaron a un pozo. Yo reía y saltaba mientras El Hombre lloraba y me buscaba sin éxito.
Después de varios días separados, H dobló su ropa, guardó sus sombreros, cortó sus flores, y se fue. Yo volví a caminar a paso firme y tranquilo, sin mirar atrás. Nunca creí decirlo, pero lo difícil -después de todo-, es que ahora tengo que salir con paraguas.

lunes, 29 de agosto de 2011

Borrador

Por suerte el tiempo no nos perdonó, y yo sigo no siendo la que esconde los papeles bajo el colchón y las risas en los retratos. Y nos retiramos silenciosos, sin decir más que lo necesario, mirada a mirada. Mientras, vos seguís no siendo el que hace que apure las palabras y resista la tentación del amanecer bajo siete llaves.
y no esperaba este golpe de suerte, que me eleva un poco del suelo.
(Porque uno acá y otro allá es donde mejor estamos: un recuerdo que se apaga es una nueva vida que se enciende. La primavera se esconde en los recovecos, pero promete explotar -inmensa, intensa-)
entonces yo me bato a duelo a mí misma a punta de espada para conseguir el día más lindo del calendario. Lo adivino preciosamente cercano, por eso ando con los ojos abiertos y el corazón amplio. Esta vez el remolino pasó tan cerca que decidí treparme.

Serena el alma, ahora los que piden pista son los dedos.

jueves, 30 de junio de 2011

Receta para pasar el invierno

Antes de empezar, lávese bien las manos, las penas y el corazón. Luego, diluya cincuenta gramos de amor en estado puro, mézclelo con una cucharada de pasión e integre estos elementos con harina cuatro ceros. Condimente a gusto (se recomienda abundante sal y pimienta: dele sazón)
Pase a formar la masa propiamente dicha. Los ingredientes se deben fundir hasta formar un cuerpo homogéneo, indivisible, pegajoso, sabroso, picante, audaz. Deje que la misma crezca y leve por aproximadamente una hora. O más.
Lleve a horno bien caliente; la cocción tardará el tiempo que usted crea necesario, hasta llegar al punto cúlmine. Se sugiere acompañar esta receta con una bebida blanca: puede ser wkisky o leche.

miércoles, 15 de junio de 2011

Potencialmente hablando

Si pudiera correr hasta alcanzarte te regalaría tres pétalos de jazmines, dos monedas uruguayas, una canción antes del sueño, los colores del verano, una brisa de pasto recién cortado, un beso como si fuera de despedida, la intensidad de los poemas, la velocidad de los sábados, la velocidad de los eclipses, la realidad de cien años en Marte, un bocado de frescura, una mariposa imperceptible, lo liviano del aire en madrugada, las voces que me recuerdan a la infancia, una carta que nunca mandé, tres deseos cumplidos, las mentiras cuando suenan en los dedos, el perfume de la primavera que se te mete en la piel.
Si pudiera alcanzarte hasta correrte me regalaría una piel que se mete en la primavera, y todo en un espejo que mira hacia adentro, hacia afuera, hacia atrás.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Muchasideasmuchas

Un camino lleno de flores, repleto de flores, podrido de flores podridas que se pudren entre sí. Un río que a lo lejos corre despiadado, que corta como cuchillo la soledad del paisaje, que separa las tierras camino a más allá. Un sol que quema mientras aturde las ideas de quien se atreva a desafiarlo. Entonces la intensidad de una mañana de fuego que incendia las flores podridas, y brilla el río correntoso, y seca las tierras de un páramo perdido.
Todo eso: una mirada. Que es en realidad La Mirada, que se fundió en el aire como mariposa en pleno vuelo. Una mariposa que murió de madrugada.
Y mientras tanto, el mundo sigue en pie. Igual. Tal como fue ayer.
Las vidas siguen transitándose tan ruines como ingenuas, tan felices como hipócritas, tan amargas como el último sorbo de un veneno vencido por el tiempo. ¡No! Las vidas siguen transitándose tan alegres como esperanzadas, tan deseosas como finitas, tan cerca del horizonte que se sienten las cosquillas del amanecer. Así, sí.
Nadie escucha -mientras tanto- el grito desesperado. Las verdades más profundas navegan por la corriente hasta que llegan a destino y se salen del cauce y tumban los árboles e inundan las calles y arrastran todo lo que a su paso encuentran. Otra vez el Plan de Evacuación salió mal: el grito desesperado llegó tarde, un río despiadado perdió su rumbo, las flores trajeron su perfume pestilente y las vidas transitadas se dejaron flotar en un charco nauseabundo.
Mientras se escurren las penas, dejo mi barquito de papel. Tal vez el tiempo ilumine un poco el panorama y podamos dejar atrás las cosas que duelen.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Noche no me engañes con tu traje de luna y estrellas y luces tibias encendidas a lo lejos. Sé que venís a dolerme las heridas, a eludirme las certezas, a intentar que el olvido se olvide. Noche no creas que no veo el filo del reloj clavado en la madrugada, que no siento el frío que quema, que no reparo en las ideas que traspasan el corazón, que no soy vulnerable al recuerdo de lo que fue. Noche no me atrofies los dedos, no me nubles los ojos, no me hundas el alma, no me dejes atrapar por las palabras que no encuentro...

miércoles, 6 de abril de 2011

El Zeide

Hoy la luz infinita de tu presencia me abraza. Te encuentro acá, en esta misma habitación, en estos mismos pasos, en esta sensación aguda. Zeide, te extrañamos, te extraño. Extraño tus palabras, todas y cada una de tus historias, tu señorita Meli que te tiraba un balde de agua, tus recuerdos de la niñez, tus cuando escribías Stalin al revés en el poste de la luz. Te extraño, te extrañamos, Zeide. Y sin embargo estás acá siguiéndonos desde la memoria, desde todo lo que fuiste, nos enseñaste, nos dejaste una huella a fuego en el corazón.
Al revés que Neruda, quisiera escribir los versos más alegres esta noche. Y traerte en nombre de la felicidad más absoluta, y que vengas en una risa, y que of budegal budugul.
Querido abuelito, Zeide. Y jugar al scrabble, y leer el diario, y el Partido Comunista, y el amor por la Babe, y el cuento del caballo, y Víctor Hugo por las mañanas, y nos enseñaste las calles de Barrio Sur cuando nos traías desde el jardín, y nos dejaste plantar un árbol, y nos llevabas a pasear por mundos maravillosos en el Peugeot 504, y nos regalaste tu presencia inconmensurable.
Todavía nos seguís haciendo falta, pero sabemos que seguimos tu camino, y eso es un motor seguro.

martes, 15 de marzo de 2011

Pienso qué (o tesis inicial acerca de mi verborragia)

Las palabras me eligen a mí, yo no las elijo a ellas. Por algún motivo desconocido les gusta que sea yo quien las haga ver la luz: se me meten adentro de la boca y quieren salir disparadas. Yo no puedo resistirlas, a veces me queman con sus fueguitos o me pinchan con pequeñas puntas de metal, o me hacen cosquillas en la lengua. Otras, se disfrazan de estornudo para que yo las expulse sin siquiera ponerme a pensar.
Y no vienen solas, generalmente a las palabras les gusta vivir en familia. Buscan un lugar con sombra y fresco, y se instalan ahí hasta que yo las dejo salir. Entonces, cuando me decido a abrir la puerta salen muchas palabras y palabritas, algunas palabras bebés y otras adultas ya crecidas. Es por eso: por eso es que hablo en el cine, que le cuento historias a los vendedores, o que hago comentarios inexplicables. Porque son ellas, no soy yo.
Tengo otras palabras incrustadas en los dedos. Pero esas me hacen escribir, hablan bajito, son más claras, me dejan pensar y no son apuradas. También son más soñadoras, les gusta viajar en las nubes, sentir el viento en la cara, perderse entre las letras de cualquier renglón y estudiar a los barriletes. Viven siempre pensando en cómo será atravesar el aire, y tal vez por eso tienen un poco de envidia de las que nacen entre la lengua y los dientes (y viven etéreas cuando vuelan hacia la nada). Es por eso: por eso que me pongo a escribir cada vez que puedo, a unir letras de cualquier forma posible, a dibujar historias que riman con zanahorias. Porque son ellas, no soy yo.
Y es que las palabras me invaden, me conquistan, me hacen ser. O es que soy yo, soy ellas.

miércoles, 2 de marzo de 2011

-Ideas antes del sueño-

Una palabra vuela en el viento
Y deja que las lluvias la laven.
Un grito se ahoga en el silencio de los amores vivos tras los vendavales.

Se late un corazón a viva voz,
Se abandonan unos brazos al querer.
Se despiertan de lo inerte las palabras dispuestas a dejarse ser.

Me resisto cuando pienso,
Cuando siento soy del aire.
Voy liviana, voy sin rumbo, voy buscando qué encontrarme.

miércoles, 26 de enero de 2011

Un día dos vidas tres deseos

El amanecer colorea la ciudad, despierta las calles, suspira sobre los amores que desembocan sedientos tras el sol. El brillo del verano apuñala la madrugada, y no miente. Ya el calor golpea, cercena, acuchilla, empalaga, humedece, enoja. Entonces el río enmudece al compás de la brisa, los grillos cantan hasta aturdir y las máscaras de la rutina van saltando una a una mientras disfrazan las muecas de cada quien. Una risa atribulada ríe en un balcón, y
Sin embargo hay dos que se retuercen sin importar el día: las pasiones desconocen los relojes, las razones y los ruidos de la mañana. Saltan y juegan, aman y prueban, andan y ruedan. Tiran de la cuerda hasta sentir que cede (en ese instante letal que se parece al abismo). Un coro de sensaciones se dispersan por su mundo, y vuelan por los aires como gaviotas que surcan el cielo como olas que rompen la marea como gritos que estremecen el silencio como miles de agujas clavándose en el pelo como uñas arañanado la piel como luces que serpentean el infinito como ojos que miran fijo otros ojos como manos de dedos suaves que acarician la misma piel como flores de papel que vuelan por los aires como gaviotas que surcan el cielo.
Pero se ve. A través del vidrio la ciudad desnuda certezas: hoy, ayer, mañana, taxis, salida, entrada, vence, vale, cuánto, prohibido estacionar. Pero no se ve. La luz del día ilumina, crece, se hace gigante sobre las cabezas, quema violenta lo que encuentra a su paso hasta volverse una tibia llama que ahora da paso, y
Sin embargo hay dos que se retuercen sin importar el día. El atardecer colorea la ciudad, alivia las calles, naufraga sobre los amores que aún aúllan sedientos persiguiendo el sol. "Ser feliz, ser feliz, ser feliz"